2 agosto

De Colombia por Ecuador y a Colombia

En el desayuno hemos empezado con un buen plato de papaya, luego una arepa con su revuelto, un café con leche y una pastita deliciosa.
Para todos nuestros seguidores va este pequeño reportaje de ello y del precioso y florido patio del recinto en que nos alojamos. Ahora aquí es invierno, típico de esta región de Colombia, por eso estamos tan abrigados en pleno mes de agosto.



A las nueve de la mañana salimos, para visitar como turistas, el Santuario de Ntra. Sra. del Rosario de Las Lajas en la región de Nariño. El P. Justo, con su buen humor, se ha permitido contarnos un chiste, ¿recuerdan? ese que termina con: “¡Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy!”.


Las fotos hablan por sí solas, el entorno, la construcción, el rio, la cascada, el puente, los senderos…, no lo puedo describir con palabras y las sensaciones menos, son como de vértigo. Todo parece un milagro de la naturaleza y como tantas veces gracias a la aparición de la Virgen, en este caso la del Rosario.






En la misa del Santuario han concelebrado, junto con otro sacerdote, el P. Justo, el P. Emili y han ayudado en la celebración los hermanos Felipe y Orlay, del seminario que la Congregación tiene en Medellín y que nos acompañan estos días participando en las actividades del campo de trabajo. Sobrecoge la gran multitud de personas que asisten deseosas de recibir la bendición y los beneficios de la Virgen en sus vidas.






No he podido acompañar a los cooperantes jóvenes por los senderos que recorren el entorno del Santuario, una ya tiene una edad y unas limitaciones que no le permiten determinados esfuerzos, pero les he seguido con la cámara de lejos.









A la vuelta, ¡sorpresa!, nos hemos encontrado con un cuadro muy pintoresco y típico de la zona, un grupo de personas exhibían sus llamas engalanadas y no hemos podido resistir la tentación de fotografiarnos con ellas.


Tres de nuestros acompañantes colombianos, Jair amigo del P. Justo, con su coche y los  hermanos seminaristas Felipe y Orlay, nos han dejado durante unas horas para visitar posibles futuros seminaristas en la zona. ¡Suerte para ellos en su labor!



Para comer hemos pasado la frontera y hemos entrado en Ecuador, “Restaurante la casa china” en un pueblo que se llama Tulcán. Mientras todos comíamos, comida muy variada pero nada china, nuestro compañero Gonzalo miraba, su plato no llegaba…, con mucha resignación, tendríais que ver su carita, iba picando de uno y de otro, cuando al fin llegó todos habíamos terminado.



Un poco pesados por la abundante comida y con un sol que picaba cuando salía, hemos visitado en el mismo Tulcán, un cementerio famoso por las esculturas vegetales, me recuerdan a las que hay a lo largo de la carretera de Losar de la Vera, un pueblecito cacereño a pocos quilómetros del mío, solo que estas son a lo grande.


De vuelta a Colombia nos ha costado andar por Ipiales, un pueblo grande y moderno cercano a Las Lajas, la circulación de vehículos y personas por las calles más comerciales era mucha. Hemos visto una de sus plazas más populares con la iglesia de tipo colonial, en otra no menos concurrida, la Catedral y el monumento a la Libertad.
 

De vuelta a Las Lajas, sobre todo las chicas, no nos hemos podido resistir a acercarnos a los múltiples puestos de artesanía y hacer compritas.


A las 19:15 vamos a cenar para después, algunos, dar un paseo antes de ir a dormir que mañana madrugamos, al que yo no me apunto por lo empinado de las calles.
Antes de terminar no puedo dejar de agradecer, a tres colombianos muy especiales su compañía durante este fin de semana, ellos son Chucho, Wilian y Jair, amigos del P. Justo, estupendas personas que nos han brindado su amistad, sus coches y una conducción, por  carreteras nada fáciles, como verdaderos expertos.
Despido esta crónica mandando un fuerte abrazo, desde este maravilloso país, a todas las personas que nos siguen desde cualquier parte del mundo. ¡Gracias por seguirnos!
Atentamente.

Valentina Mejías Reigada.  
   

          


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